TAL VEZ ME LLAME JONÁS

Yo no soy nadie:

Un hombre con un grito de estopa en la garganta

y una gota de asfalto en la retina.

Yo no soy nadie: ¡Dejadme dormir!

Pero a veces oigo un viento de tormenta que me grita:

Levántate, ve a Nínive, ciudad grande, y pregona contra ella.

No hago caso, huyo por el mar y me tumbo en el rincón

más oscuro de la nave

hasta que el viento terco que me sigue

vuelve a gritarme otra vez:

¿Qué haces ahí, dormilón? ¡Levántate!

Yo no soy nadie: Un ciego que no sabe cantar.

¡Dejadme dormir!...

Pero un día me arrojaron al abismo,

las aguas amargas me rodearon hasta el alma,

la ova se enredó en mi cabeza,

llegué hasta las raíces de los montes,

la tierra echó sobre mí sus cerraduras para siempre...

(¿Para siempre?)

Quiero decir que he estado en el infierno...

De allí traigo ahora mi palabra.

y no canto la destrucción,

apoyo mi lira sobre la cresta más alta de este símbolo...

Yo soy Jonás.

(León Felipe)

sábado, 22 de mayo de 2010

UN SHAVUOT SEFARDÍ


Me gusta cultivar recuerdos de mi infancia. Saborear en la distancia del tiempo los días de fiesta. Buscar en los colores del otoño las fragancias de Pesah y entender la primavera como anuncio de las Altas Fiestas. Evocar los patios de amores familiares, los juegos infantiles a la sombra de parras y macetas, adivinar olores de carbón apenas encendido, vapores de salsas y de hierbas. Y deleitarme los viernes con perfumes de esencias y de especias


Pero es otoño, Shavuot llega, celebramos haber recibido la Torah, entonces en mi evocación quiero palpitar los misterios del templo... emocionarme con los sagrados Rollos, admirar los tabernáculos adornados de religiosa orfebrería, sorprenderme con esos Parojet (2) que los cubren, hechos de remotos terciopelos bordados en hilos de oro y detenerme ante la estilizada manecilla de plata que usan los rabinos para seguir letra a letra las Escrituras. Conmoverme en la imponente presencia de los hombres ataviados con sus talegas, oír el murmullo de sus rezos y tal vez llorar en la solemnidad de sus cánticos.


En aquellos otoños de la infancia los días eran más fríos, se anticipaban los preparativos para esa fiesta. Las mujeres de la familia tejían los abrigos para los varones que estudiaban toda la noche en el templo.


En la casa abrieron las bolsas de nueces y las latas de miel. El abuelo las trajo de Córdoba al regreso de sus vacaciones. La familia grande está de fiesta. Ya saben el surtido de co-midas y de postres. Año tras año es esperado, deseado y conocido, se repite. Ni carnes ni verduras. Especiales comidas lácteas, pastas rellenas de ricota y queso: los típicos calzones y las apetecibles sembusak (3). De postre, el tradicional arroz con miel y las masitas de nueces con canela; el incomparable mamul de la familia.


El mortero de bronce de la abuela Matilde, imprescindible, está instalado en el patio sobre una vieja alfombra. Los niños como en un juego participamos por turnos en el uso del sonoro mortero, para triturar las nueces, para apisonar el azúcar en terrones hasta convertirlo en impalpable y los cubanitos de canela transformados en polvo, igual que las semillitas de cardamomo que usaban para perfumar el café.


También en el patio está la mesa donde prepararán las diferentes masas, donde madre y tías repetirán recetas de sus abuelas como si estuvieran en las calurosas mañanas de un barrio de Aleppo. Y que no falte cocinar en la lentitud del brasero, el empalagoso arroz con miel que grandes y chicos gustábamos como ritual impostergable de esta fiesta sefaradí de Shavuot.


Y yo recuerdo...ahora salgo a la calle. Segura. Voy a la panadería para saber el momento que en el horno podrán a cocinar el mamul. De allí retiro las negras bandejas, que en la casa, después de un trabajoso lavado, rebosarán de masitas alineadas en rigurosas fila. Todo listo.


Es el instante de enfrentar al barrio. Con el pudor que produce lo diferente, tenemos que caminar hasta la panadería con la pesada bandeja y sentir que todos nos miran...¿qué llevamos?...¿por qué?...¿celebrando?... nosotras las nenas judías del barrio...no recuerdo qué contestaba, pero sí sentía que me pesaban las preguntas. Don Pedro, el que horneaba las facturas, ya sabía, mis hermanas mayores me habían precedido en esta tarea. Esperar que terminara de hornear las facturas, impregnarme de otras fragancias, a vainilla de la crema pastelera, de azúcar quemada de las tortitas negras y el olor rancio de las cansadas asaderas convertían a mi paciencia en aprendizaje precoz de otra repostería. Así, en la penumbra de ese espacio, entre canastos y tablones, bandejas y lienzos, masas y panes crudos y cocidos, ladrillos oscurecidos de hollín y de humaredas, palas heridas de leños y de fuego, el ajetreo y la fuerza de los hombres bajo la tenue luz de la lámpara, daban al lugar una tibieza que me compensaba del frío de patios y veredas.


Como un abuelo, Don Pedro permitía que me sentara sobre unas bolsas y apenas distraído me alcanzaba una tortita santiagueña adornada con pasas de uva.


Disfrutaba. Me deleitaba estar en ese espacio que sentía mío desde siempre. Me pertenecía desde la voz de mi padre en los relatos de su infancia. Lo imaginaba en la lectura de las cartas de mi abuelo que tenía el horno en un barrio de Aleppo. Lejanas cartas que llegaban lentamente, a través de los mares, con interminables intervalos y que deseaba escuchar con creciente esperanza.

Y así entretenida, soñando a mi propio abuelo, surgía en el ambiente un tentador perfume de canela...de agua de azahar... anunciaban que mis masitas estaban listas. Una a una las íbamos acomodando en el frasco de vidrio reservado para el mamul, una a una las convertíamos en montañitas nevadas con el azúcar impalpable.

Había cumplido el ritual. En mi casa esperaba la familia, el saludo a los mayores, la mesa preparada, los chicos jugando...Shavuot estaba otro año más, entre nosotros.


TEXTO DE MARÍA DE AZAR. Licenciada en psicología, trabaja e investiga sobre la temática sefaradí y también es miembro de la Comisión directiva de Cidicsef.

(1) mamul: dulce sefaradí oriental / shavuot: importante fiesta hebrea

(2) parojet: aditamentos decorativos para los rollos de la Toráh

(3) Comida típica sefaradí oriental


0 comentarios:

Publicar un comentario

Soy toda oídos

GERALT